Para muchos y muchas, la pista de baile representa el único lugar en que pueden mostrarse tal y como son y actuar libremente sin temor a ser juzgados por otros. De hecho, la historia de la música electrónica, desde los inicios de la escena house a finales de los años 70 en Estados Unidos, siempre ha estado muy vinculada con aquellos colectivos más oprimidos, como las personas queer o racializadas, quienes encontraron en los clubs un espacio seguro y clandestino en el que poder disfrutar de la música, y en ésta un medio de protesta contra aquellos que intentaban socavar sus derechos.
Sin embargo, pese a que a lo largo de todos esos años hemos avanzado como sociedad a la hora de crear ambientes y eventos inclusivos con todo el mundo, lo cierto es que, desgraciadamente, aún queda mucho por hacer y debemos luchar por erradicar algunos comportamientos y actitudes que se dan en los clubs.
Siguiendo los datos recogidos en el informe ‘Resetting The Dancefloor’, publicado hace unos meses bajo el apoyo de la marca de whisky Ballantine’s y partiendo de una serie de encuestas realizadas a un sesgo de 2300 asistentes a eventos de música electrónica de diversos países, una de cada tres personas admiten haber sufrido discriminación en un evento musical debido a su raza, género o identidad, siendo los dos primeros motivos los más comunes.
Además, incluso si los encuestados no hubieran sufrido discriminación en sí mismos, hay una alta probabilidad de que hayan visto a otros ser víctimas de ella, ya que un abrumador 84% ha sido testigo de episodios de discriminación en la pista de baile. Tanto es así que un 72% únicamente asiste a eventos donde se sienten seguros y hay inclusividad, ya que un 77% de los encuestados afirman haber recibido tratos discriminatorios en cualquier ámbito de su vida y sentir miedo de asistir a eventos musicales.
Pese a que la música electrónica representa la libertad de identidad, en verdad, siempre ha habido desigualdades en la escena, y el crecimiento masivo de la industria en los últimos tiempos no ha hecho si no acelerar todos estos desafíos. No obstante, hay motivos para ser optimistas.
El 89% de los encuestados en el estudio cree que la responsabilidad de luchar contra la discriminación reside en nosotros mismos. De hecho, tres de cada cuatro personas afirman que a día de hoy sí denunciarían un acto de discriminación en un evento musical. Además, son muchos los artistas que aprovechan su altavoz mediático y la ayuda de las redes sociales para hacer activismo y lograr hacer de las pistas de baile un espacio seguro para todos y todas.
Un ejemplo de esto, es el auge del movimiento #meetoo en la escena, apoyado por muchas artistas y a raíz del cual han salido a la luz muchas denuncias por acoso o agresión sexual. Es el caso de la DJ británica Rebekah, quien lleva varios años emprendiendo diferentes medidas para luchar contra esas cuestiones como la creación de la campaña #ForTheMusic o la web MeToo-Music o el lanzamiento del recopilatorio ‘End The Silence’ hace unos meses, con el objetivo de buscar financiación para grabar un corto que muestre claramente al mundo cómo es la noche a través de los ojos de las personas y los colectivos más vulnerables, reflejando situaciones reales y todas las consecuencias que sufren las víctimas. Otro ejemplo es el de Honey Dijon, defensora de los derechos del colectivo LGTBIQA+ y, especialmente, la conciencia trans, quien ha hablado en diferentes ocasiones sobre su experiencia como DJ mujer trans negra.
Gracias a estas acciones, respaldadas por los rostros más reconocidos de la escena, y una mayor conciencia general, los consumidores de este tipo de ocio cada vez valoran más la diversidad en este tipo de eventos. Según los datos de ‘Resetting The Dancefloor’, para el 70% de los encuestados es importante que exista diversidad en el cartel del evento al que asisten, siempre y cuando esa diversidad esté contextualizada y tenga sentido, y no quede meramente como algo simbólico o por cumplir una cuota.
Estudios como éste, que os hemos contado desde Wololo Sound, nos ayudan a conocer la cruda realidad de las pistas de baile y a reflexionar sobre todo lo que queda por hacer y sobre cómo todos, tanto clubbers, como artistas, promotores y demás agentes que forman parte de la industria, podemos ayudar para hacer de ellas un espacio seguro para todos y todas. Los clubs deben ser lugares que permitan acrecentar el disfrute de las mentes y la liberación de los cuerpos sin dejar espacio para cualquier muestra de odio, violencia o discriminación. Luchemos porque así sea.
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